Una novela que no se lee... se atraviesa.
Herminio no tenía idea de lo que era vender. Él venía de otro mundo. Estudió psicología, soñaba con ayudar a otros a sanar desde adentro. Pero la vida, esa que no avisa, lo empujó fuera del camino. Se quedó sin empleo, sin certezas, con un bebé en camino y una angustia que no dejaba dormir. Y entonces, sin muchas opciones, aceptó un puesto como ejecutivo de ventas.

No fue fácil. Al contrario. Desde el primer día en la distribuidora, Herminio sintió que había entrado a otro universo. Un mundo lleno de máscaras, competencia sucia, palabras dulces con intenciones torcidas. Un lugar donde las traiciones se maquillaban con sonrisas, y donde las ventas no eran solo números, sino pruebas diarias de cuánto valías... o cuánto estabas dispuesto a perder.

Lo humillaron, lo subestimaron, lo quisieron quebrar. Pero Herminio, aún entre tropiezos, supo mantenerse en pie. Usó lo que sabía de la mente humana, y poco a poco empezó a ganar terreno. Pero, cuando por fin se sintió estable, llegó el golpe más duro: su hijo Vicente nació con una terrible enfermedad. De pronto, el éxito como ejecutivo no significaba nada... todo se volvió irrelevante. Ahí empezó la verdadera batalla: sostenerse por dentro mientras todo se desmoronaba afuera.
Herminio, el ejecutivo de ventas no ofrece moralejas. No viene a enseñar fórmulas. Solo cuenta lo que pasa cuando uno, sin querer, termina en un lugar que nunca imaginó... y aun así, intenta salir adelante.
Un hombre que se convirtió en ejecutivo, sí, pero que nunca dejó de preguntarse si, en el fondo, estaba vendiendo autos... o vendiéndose a sí mismo.

Y al terminarla, es posible que no te quedes pensando solo en Herminio. Es probable, muy probable, que algo de ti se quede latiendo en estas páginas. Porque todos hemos tenido que vender algo para sobrevivir. Y todos, en algún momento, fuimos un poco este ejecutivo que no pidió estar ahí... pero eligió no rendirse. leer todo...